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Si son dos, mejor

diciembre 19, 2012
by admin
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Daniel Romano redescubrió el arte siendo un adulto. Hoy utiliza los colores, las miradas, los gestos y las situaciones para sorprender al más incauto de los espectadores y enfrentarlo con su propio mundo.

Simpático, muy suelto y conversador, Romano pareciera tener vidas paralelas; por un lado, el diseño, y, por el otro, el arte. También posee dos momentos, signados por una visita a una muestra de arte en 2003. Tiene, además, una fuerte necesidad de expresarse, que concreta, sobre todo, de dos maneras, mediante la pintura y la fotografía. Para él, la dicotomía está en todas partes, no solo en su historia.

Si bien a los nueve años ya asistía a una escuela nocturna para aprender dibujo, Romano comenzó a pintar muchos años después, cuando casi pisaba los treinta.

“Mi abuelo estaba muriendo. Angustiado, entré en una librería, compré dos bastidores y acrílicos, y empecé a pintar, solo”, relata.

A los dieciocho dejó Mar de Ajó, donde creció, y se mudó a Buenos Aires. Se graduó en Comunicación Visual y abrió su estudio de diseño. Los siguientes fueron años de arduo trabajo y de frutos. Sin embargo, el arte siempre permaneció en el fondo de su mente, latente y constante, como una canilla que gotea y a la que hay que prestarle atención en algún momento. Cuando cumplió treinta y nueve, asistió a una muestra de arte. A los quince días estaba de regreso en otra exposición.

“Tengo que hacer esto” resonó en su cabeza, y ese fue el inicio de una pasión que alimenta con entusiasmo y con esmero.

Profesionales del arte lo guiaron de la forma más generosa en un viaje interior que aún no ha terminado. Su obra muestra pares, retratos, momentos, situaciones cotidianas y más pares. Todavía se sorprende de sí mismo y está siempre abierto al diálogo más franco, ávido de todo aquello que lo ayude a manifestarse de la manera más genuina.

Txt: Laura Moreno Ph: Alejandro Peral

¿Cómo se gestó tu primera exposición?

Luego de un año de trabajo en el taller de Laura Messing, ella me propuso organizar una muestra. En 2005 me dediqué de lleno a ese proyecto, que se concretó en 2006. Entonces me di cuenta de que para mostrar lo mejor de uno, basta con ser uno mismo.

¿Qué ocurrió luego?

Durante un par de años sentí que pintaba como dentro de un corsé, sin razón.

Entonces Laura me puso en contacto con el curador Julio Sánchez, quien me urgió para que empezara a trabajar sobre conceptos de arte contemporáneo; fue como abrir una puerta gigante a un mundo que no conocía. Comencé a realizar clínica de obra con Fabiana Barreda.

¿Qué es la clínica de obra?

Es una especie de terapia grupal en la que hablás de tu proceso, de lo que te pasa, de tus trabas. La devolución siempre es en grupo y muy enriquecedora. Se trata de una experiencia fuerte, porque exponés tu obra y te exponés a vos mismo.

Fabiana me alentó para que realizara mi primera muestra de fotografía.

¿Te considerás un fotógrafo además de un artista?

No, para nada. Soy un observador de la gente. Con la cámara, simplemente, me siento el mejor cuentista. No muestro fotografías, sino un cuento. Saco muchas fotos cuando viajo. Como no sé escribir, en las fotos expreso aquello que no podría contar de otra manera. Tiene que ver más con una cuestión de relato.

¿Qué te aporta la pintura a diferencia de la fotografía?

En la pintura tengo los mejores momentos de proceso mental, de análisis. Siempre trato de mostrar el instante, por eso me encanta retratar personas. Abstracto, hice poco, porque no me permite mostrar el instante, que es más humano.

Sin embargo, instante remite a fotografía, no a pintura…

Me refiero al registro, a la interpretación que hago de un momento. En la fotografía, el instante queda en la lente. Me gusta estudiar los rasgos, las miradas, luego pienso en ellos, en lo que transmiten. El gesto tiene que ver con lo que uno dice más allá de las palabras.

El concepto del par está súper presente en tu obra, ¿por qué?

Siempre me interesaron, desde chico. Quizá tiene que ver con una huella de mi infancia. Mi padre murió cuando yo tenía cinco años, rompiendo para siempre la paridad con mi madre. Mi primer cuadro son dos sillas charlando, como si estuvieran enfrentadas en la arena. Es una imagen muy fuerte para mí.

Te referís al cuadro que pintaste conmovido por la inminente partida de tu abuelo…

Sí. El concepto del par me sensibiliza. La pareja, el matrimonio. Me atraen el trabajo en equipo, la complementariedad, la solidaridad mutua. Pienso que con otro todo es mejor, más fácil. Siempre me fue relativamente bien cuando hice buenas sociedades.

¿Te gusta compartir tu obra?

No tengo cuadros míos colgados en casa (risas).

En realidad, no me preocupa demasiado qué piensa la gente. Pero, por otro lado, me asombra que aquello que genero en un momento de conexión conmigo mismo se convierta en un cuadro. Cuando veo todos mis cuadros juntos, me sorprendo, es raro, pero me hace muy feliz.

¿Valorás las opiniones de los otros?

El comentario de la gente me aporta muchos puntos de vista. No los busco, pero me abro a escucharlos. Me metí mucho en el tema de las redes sociales y me doy cuenta de que cuanto más generás, más recibís. Confío en que las personas son generosas y en el diálogo fluido, espontáneo.

¿Te interesaría dedicarte solo al arte?

Odiaría que esto se convirtiera en un trabajo. Porque perdería eso que encontré cuando empecé a pintar. No quiero dedicarme full time al arte. O sí, pero pensando que no se trata de una fábrica.

¿Qué es el arte para vos, entonces?

Es una necesidad. Encuentro en eso una bajada rotunda. Cuando pinto, soy yo más que en ningún otro lado. Es una parte muy genuina mía. Me gusta y necesito hacerlo, aunque puedo pasar varias semanas sin tocar un pincel. Al estudio o a una reunión con un cliente tengo que ir. Con la pintura, no hay obligación.

¿Qué hacés una vez que terminás una de tus obras?

Por lo general, la guardo. A veces, la muestro y, a veces, no. Pero no lo hago con recelo. No. Ver uno de mis cuadros colgado me da mucho pudor. Cuando escucho lo que comentan otros, no lo puedo creer. Me da curiosidad y me sorprende enterarme de lo que ven.

¿Por qué?

En mis obras expreso mis propias vivencias. Y la gente pone en mis cuadros cosas que tienen que ver con sus propios procesos. Creo que eso es lo más interesante, es decir: tal vez mi obra le sirvió a alguien tanto como me sirvió a mí.

¿En qué estás trabajando en este momento?

Ahora estoy en un enorme proceso de investigación, con técnicas diferentes, materiales nuevos, papeles, tintas chinas de colores… Volví al dibujo, estoy haciendo bocetos. También estoy entusiasmado con la posibilidad de mi propio taller, así puedo dedicarle más horas al arte.

 

 

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