FRIEZE
María Martha Pichel
Fuente: Proyecto Red la revista virtual de Redgalería®
La estela del ferry va dejando atrás una huella blanca que nos sigue a lo largo de la historia del arte. Se aleja la nave de una orilla para arrimarse a otra, como quien transita un siglo, una era o una década. Ese delgado hilo no es más que la espuma creada por el movimiento continuo del agua, impulsada por el motor que trata de arribar al otro lado, al futuro acaso, o sin más, a otro lugar. Así avanza el ferry hacia la Randalls Park Island. Cortejado por su cola de espuma, cuan traje nupcial, que también resigna su historia, para conquistar lo inexplorado.
Llegamos a Frieze, la feria de arte contemporáneo Londinense, que por segunda vez se presenta en New York.
Este pequeño enjuague al que nos somete el viaje hacia la feria, nos limpia de cualquier resabio u expectativa. Como si fuera una purificación previa a un ritual.
Un setenta por ciento de las obras que encontré, se me hicieron solubles, no dejarán ninguna huella y su recuerdo se diluirá sin pena, ante el próximo estímulo. Pasarán rápidamente al olvido. A diferencia de otras tantas que, dejarán tal vez otro tipo de estela en la historia del arte. Me refiero a todas aquellas que sí van abriendo un camino en la historia.
El arte avanza, no sabemos bien hacia donde, pero continúa sin embargo, abriendo un surco, cada vez más ancho, más difuso e ilimitado. El concepto de contemporaneidad ha logrado inundar cualquier límite, casi hasta borrar toda división entre tiempo y espacio. La tecnología, al igual que el agua, ha reunido como en una gran represa universal, todo aquello que somos capaces de proponer. Como un recurso renovable, se va diluyendo la idea de pertenencia o de originalidad. La propiedad, ya sea de una imagen o de una idea, se ha banalizado de tal forma que, cada vez se hace más difícil defender o reclamar su autoría. Ya se abrieron los desagües del arte contemporáneo, ya es de consumo masivo como el agua que corre por tuberías. Hacen uso de ella, tanto el mendigo para lavarse los pies, como el paisano para cebarse un mate o la duquesa para hacer un té. El agua es casi un patrimonio de la humanidad, no hay reales propietarios, aunque algunos hagan mayor o menor uso de esta. Es democrática por excelencia. Es un derecho.
A veces me pregunto, como fue que el arte llego a tal pluralidad? a tal sinsentido y liviandad. Algo similar ocurre con la televisión. Se reciclan y refritan los mismos programas. Emisiones televisivas que, no solo hablan o critican a otras, sino que están constituídas a costa de aquellas otras. La tv que retransmite a la tv. Todos estos collages de realidades no difieren demasiado de las propuestas de Thomas Hirschhorn por ejemplo.
A pocos kilómetros de la costa, se divisa la Randalls Park Island, próximo a la orilla, la gigantesca presencia colorada, del «Balloon Dog». El perro inflable que nos remite rápidamente a Jeff Koons. Pronto comprobamos que se trata de un guiño de Paul McCarthy.
El perrito, sea de Koons, o de McCarthy, esa lacónica imagen hecha con globos, una y mil veces por magos, payasos y animadores. Quién fue su autor? Quién hizo uno de esos perritos por primera vez? Que importa ahora, si ya lo incorporamos, al igual que a Warhol las sopas Campbell o las cajas de Brillo, a Jeff Koons y ahora también a Paul McCarthy el perrito inflado.
Esta pequeña isla albergó durante la feria a más de 1000 artistas, 180 galerías y 40 países. Bajo el impecable montaje de una mega carpa y una concienzuda instalación de los espacios para las galerías, los restaurantes y cafeterías, los puntos de relax y baños. Todo muy bien distribuído en función al recorrido de la muestra. También el espacio externo interactúa con el interior de la muestra. Un jardín de esculturas, al costado de la inmensa carpa, y ahí nomás la costa. Esa acuática horizontalidad que despeja la mente y nos resitúa la vista. La luz natural refractada de forma pareja, como un homogéneo filtro, facilita el recorrido por los stands.
Esta feria se destaca por albergar a las más top galerías del mundo, denominadas blue chips, así como muchas galerías emergentes que fueron parte de la sección Focus -galerías con menos de diez años y obras inéditas en el contexto de una feria de arte-. Otras aún mas novatas en los circuitos de Ferias internacionales, que se agruparon dentro del sector llamado Frame, estas últimas presentaban proyectos individuales curados por Rodrigo Moura y Tim Saltarelli. La Galería de Ignacio Liprandi,representó a la Argentina dentro del sector frame, con obras de Adriana Bustos.
Esta modalidad de exhibir y comercializar el arte por el mundo, se hace cada vez más habitual. Hace poco escuché que en el mundo hay más de 90 bienales, si a esto le sumamos las ferias, las subastas, las exhibiciones especiales en museos y espacios públicos, estaríamos compitiendo acaso con otras disciplinas, como la ciencia o la medicina, que no conocen mucho más intercambio entre continentes, que a través de congresos y publicaciones. Claro está que para exponer en un congreso de neurocirugía, seguramente necesitemos mucho más que una galería un curador y una feria.
Esta es una consecuencia de la popularidad que ha adquirido el arte en el último milenio. Una popularidad que, a mi entender, aún no terminó de establecerse dentro de los criterios, acaso arcaicos, de lo que para mí todavía significa la estética.
Pero no voy a entrar en este debate, ya que sería meramente personal y subjetivo. Tampoco quiero quedar estacada en una visión crítica de estas tendencias. Como dijo Roberta Smith en el New York times, «está de moda ser sarcástico y condescendiente acerca de las ferias de arte, pero eso es demasiado fácil. Las ferias de arte están aquí en un futuro inmediato, representando no solo los esfuerzos colectivos, sino también los deseos y las esperanzas de miles de personas que quieren que el arte pase a ser el centro de sus vidas»
Me refiero a la contemporaneidad del arte, ese nuevo misterio. Esa sensación de rareza, por que no decirlo, con la que a veces salimos de las salas de exposiciones. Como imagino yo, habrían salido también del salón de los impresionistas, o frente al manifiesto Dadá. Quizás seamos parte de ese reniego o protesta frente a eso que se escapa de nuestra comprensión, y que sin embargo, cada año vamos incorporando más y más a nuestros ojos. Como esas melodías pegadizas, por lo general de precaria calidad musical, pero que hasta un antropoide podría reproducirlas si mayores dificultades.
Así está ocurriendo con el arte contemporáneo. Como el grano de arena que al principio incomoda y perturba al molusco y, con el tiempo este, va recubriendo esa molestia, la incorpora hasta transformarla y hacer de ella una perla. Así es que vamos incorporando las nuevas tendencias, como una molestia al principio y después, ya nos parecen «perlas». Me da cierto alivio sin embargo saber que, habiendo tantos granos de arena, solo una cantidad razonable, aún si los cultiváramos, podrían llegar a transformarse en perlas, pero esto solo el tiempo lo legitimará.
Fuente: Proyecto Red la revista virtual de Redgalería®